El olfato también se acostumbra

La nariz se cansa de los olores habituales
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    El olfato también se acostumbra

    No se sabe científicamente por qué sucede esto exactamente. Podríamos decir que cada olor está compuesto por moléculas que flotan en el aire y que pueden ser captadas por los receptores, nosotros, los seres humanos o animales, claro.

    Cuando los receptores reconocemos el olor, nuestros cerebros lo interpretan pero, si los tenemos cerca por algún tiempo, nos acostumbramos a un olor y adormecemos ese sentido. Es decir, la nariz nos ayuda a detectar rápidamente olores nuevos y extraños pero se acostumbra muy rápido. Simplemente nuestro cerebro empieza a filtrar como inútiles los olores que la nariz recoge habitualmente.

    Por ejemplo, pongamos una situación. Tú, que no tienes mascotas, entras en casa de alguien que tiene “perretes” y enseguida sientes su aroma. Al margen de que te resulte agradable o no, los dueños de la casa seguramente no lo perciban, porque están acostumbrados. De la misma manera que, si eres fumador/a, y lo haces dentro de casa, seguramente al entrar tú ya no notes nada a menos que te ausentes durante un tiempo, pero si alguien viene de nuevo, seguro que lo percibe.

    Es curioso porque esto no ocurre con otros sentidos: podemos recuperar mucho más rápido los sistemas de detección sobre un sonido o sobre algo que vemos. Por ese mismo motivo es también por el que no podemos reconocer nuestro olor corporal, simplemente estamos tan acostumbrados y no podemos escapar de nuestro propio cuerpo que no lo detectamos, incluso si cambiamos nuestra higiene personal al cabo de muy poco tiempo, dejamos de sentirlo.

    Nunca te ha pasado que te han dicho “¡Ay! ¡Qué bien hueles! ¿Qué perfume llevas?”. Y en realidad tú llevas horas sin olerlo, ¡y eso que va contigo a todas partes! Por eso, para conocer nuestro olor corporal únicamente podemos fiarnos y dejarlo a voluntad de la opinión de otra persona.

    En Cuarto Sentido nos encontramos con esta situación habitualmente, clientes que de repente nos comunican que ya no huele el aroma que le pusimos en marcha. Nosotros vamos, revisamos y todo está en orden, la máquina funciona y el aroma fluye por el espacio. La realidad es que los que están allí a diario dejan de percibir el olor, por eso debemos fiarnos de las impresiones o comentarios de nuestros clientes, o incluso preguntar si es necesario para cerciorarnos de que nuestra nariz se cansó simplemente de olerlo.

    ¡Ay estas narices nuestras, qué perezosas!

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